Cuando el equipo de emergencias del Instituto Médico ESIC de Faridabad,
la ciudad india más poblada del estado de Hyderabad, recibió al paciente, ya
mostraba episodios de espasmos de hasta tres minutos. El joven de 18 años de
edad se quejaba de dolores de cabeza y sus padres informaron de un malestar
constante en su ingle desde hacía una semana. Los exámenes médicos detectaron
inflamación en el ojo izquierdo y una sensibilidad inusual en el testículo
derecho. Ante los síntomas, el doctor Nishanth Dev le aplicó una resonancia
magnética cuyas imágenes mostraron un cerebro plagado de larvas.
“Le dimos medicación para controlar las convulsiones.
Fue entonces cuando realizamos la exploración por imagen del cerebro para
encontrar los motivos de los espasmos y vimos que lo tenía lleno de gusanos”,
explicó Dev. “Una ecografía del ojo demostró que estaba infestado. Estudios
posteriores revelaron que también los tenía en los testículos”. Ante los
continuos espasmos, le administraron antiinflamatorios y antiepilépticos,
evitando una medicación contra parásitos que agravase las convulsiones. El
paciente murió a las semanas a causa de una neurocisticercosis masiva.
“Fue bastante extraordinario porque sí que
vemos tres o cuatro larvas en el cerebro en algunos casos, pero este tenía
miles de quistes. No he visto algo así en toda mi carrera y supongo que es raro
en otras partes del mundo; razón por la que salió en la revista”, señaló el
especialista, en referencia al artículo sobre el caso que él mismo y su colega
S. Zafar Abbas publicaron en la New
England Journal of Medicine a finales del pasado marzo.
Aunque el suceso ocurrió hace cuatro años,
la magnitud de la infección subrayó la ausencia del control sanitario de los
alimentos para evitar una enfermedad tan prevenible como común en países
pobres.
La neurocisticercosis es una enfermedad del sistema nervioso central causada por la Taenia solium, el mismo
parásito que da lugar a la tenia
intestinal, una solitaria del cerdo que puede infectar el
tejido muscular y producir quistes en varias zonas del cuerpo. La infección se
deriva de la ingestión de huevos
del parásito localizados en alimentos contaminados por
heces humanas de alguien que lo haya incubado después de comer a un animal
infectado. Es decir, puede transmitirse por una mala higiene, por no lavarse
las manos después de ir al baño y después manipular alimentos.
Aun cuando puede ser
asintomática y tiene buen pronóstico si se trata a tiempo, la
neurocisticercosis es la infección de este tipo más frecuente en el mundo y
primera causa prevenible de epilepsia, una dolencia que padecen 50 millones de
personas, el 80% en países en desarrollo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).