Un equipo de científicos de la Northwestern University (Illinois,
EE.UU.), desarrolló un sistema de sensores inalámbricos para recién
nacidos, el cual facilitará el contacto entre padres e hijos,
aun cuando estén cerca.
El equipo responsable del proyecto precisó que completaron
una serie de pruebas preliminares en bebes prematuros en las clínicas Prentice
Women's Hospital y Ann & Robert H. Lurie Children's Hospital de Chicago.
Los resultados cosechados hasta el momento concluyen
que este tipo de sensores
inalámbricos ofrecen datos tan precisos y fiables como los
sistemas de monitoreo tradicionales. De esta manera, la nueva herramienta
permite que los padres puedan tener a sus hijos entre los brazos, aunque se
encuentren en la unidad
de cuidados intensivos.
Una de las principales ventajas de este
nuevo método de control clínico es que facilita el contacto, piel contra piel,
de los padres con sus hijos, algo que numerosos estudios han recomendado al
considerar que tiene efectos beneficiosos tanto para los pequeños como para sus
progenitores.
“La cantidad de cables que unen los sensores con los monitores y se enganchan a los bebes, en ocasiones a través de agujeros en
las incubadoras, es asombrosa”, reveló el coautor del estudio Aaron Hamyas, jefe de
neonatología del Ann
& Robert H. Lurie Children's Hospital.
Los sensores, que se adhieren a la piel de los niños
mediante parches, resultan además menos lesivos para los neonatos, puesto que
los sistemas empleados hasta la fecha requieren de una mayor cantidad de
adhesivos para fijar los cables.
Por su parte, el técnico de bioelectrónica
y responsable de desarrollo tecnológico del proyecto, John A. Rogers señaló: “queríamos
eliminar la red de cables y adhesivos molestos empleados en los actuales
sistemas de control y reemplazarla con algo más seguro, más centrado en el
paciente y más compatible con la interacción entre padres e hijos”.
Los investigadores calculan que este tipo de
tecnología podría empezar a estar disponible en los hospitales estadounidenses
en un plazo de dos o tres años y que, con ayuda de patrocinadores, esperan
poder enviar miles de estos sensores a países en vías de desarrollo.