Un reciente informe
comisionado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial advierte en tono sombrío que "el espectro de una emergencia sanitaria mundial se vislumbra peligrosamente en el
horizonte".
El documento señala que el
mundo se enfrenta a un creciente brote de enfermedades infecciosas: entre 2011
y 2018, la OMS registró 1483 brotes epidémicos en 172 países.
"Enfermedades
propensas a epidemias como la influenza, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS),
el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS),
el ébola, el zika, la peste, la fiebre amarilla y otros, son precursores de una
nueva era de brotes de alto impacto y propagación rápida que
se detectan con mayor frecuencia y son cada vez más difíciles de manejar".
El análisis se hizo con
base en el estudio de pandemias que han ocurrido en el pasado y la forma en que
se atendieron esas crisis. "Si es cierto el dicho de que “el pasado es el
prólogo del futuro”, nos enfrentamos a una amenaza muy real de una pandemia
fulminante, sumamente mortífera", apunta.
Como ejemplo del riesgo, el
documento menciona la pandemia mundial de influenza de 1918 (también conocida
como la gripe española), que enfermó a un tercio de la población
mundial y mató a unos 50 millones de personas.
Si en la actualidad hubiera
un brote similar, podría matar entre 50 y 80 millones de
personas y liquidaría "casi el 5% de la economía mundial",
indica el reporte.
Esta catástrofe se vería
facilitada en medio de una población que hoy es cuatro veces mayor a la de hace
100 años y que puede viajar a cualquier parte del mundo en menos de 36 horas.
Si esto llega a ocurrir, es fácil imaginarse las consecuencias: "Una
pandemia mundial de esa escala sería una catástrofe y
desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizadas", expresa
el documento.