Los últimos avances se han enfocado hacia el conocimiento de las bases neurales de la obesidad, estudiando desde la morfología cerebral hasta sus fundamentos neuropsiquiátricos, potenciando el tratamiento de la estimulación cerebral profunda, para controlar su peso y su comportamiento.
Neuroestimulador en el cerebro
Allen L. Ho, de Standford University School of Medicine y otros investigadores, publicaron los resultados de investigación en Cureus, donde se propone la estimulación cerebral profunda como un tratamiento idóneo para ayudar a las personas obesas, a controlar mejor su peso y su comportamiento con respecto a la comida.
Los pacientes son tratados a través de un neurotransmisor que se coloca vía quirúrgica en la persona, para la aplicación de impulsos eléctricos sobre las zonas cerebrales escogidas, específicamente el hipotálamo lateral que controla el hambre y los niveles de la leptina, asociado con la obesidad y el núcleo accumbens que se relaciona con las adicciones.
Otros casos han iniciado este tratamiento, para tratar con la depresión como fue el caso de una chica llamada Anna, tratado por Thomas Munte un neurólogo de la Universidad de Lubeck en Alemania, quien explicó que la pérdida de peso era el objetivo secundario de la cirugía.
Este psicólogo explica que la obesidad puede ser causada por un sistema de recompensa alterado en el cerebro, haciendo de la comida el objeto de deseo para estas personas.
Esta terapia cerebral profunda, también ha sido aplicada para tratar además de la depresión y la obesidad, en:
- Agresión patológica
- Síndrome de Tourette
- Trastorno obsesivo compulsivo
La neuroterapia ha sido aplicada a aquellas personas que ninguna otra técnica ha dado resultados, lo que supone que la estimulación cerebral no es un tratamiento generalizado para la obesidad.
Por los momentos, es considerado como un último recurso, por ser una técnica costosa e invasiva, lo que la hace inadecuada para la mayoría de las personas con obesidad.
La controversia de lo antaño
Daniel Esgardo Rangel Barón señala que este método controversial data desde 1930, donde la cautela no era un concepto dentro del vocabulario de los neurocirujanos, creado en un principio para tratar la epilepsia, a través de la estimulación de partes del cerebro con una sonda eléctrica, mientras los pacientes se mantenían despiertos.
Para el 2002, se aprobó la estimulación cerebral profunda como se conoce en la actualidad, para tratar la enfermedad de Parkinson, cuyo tratamiento ha sido efectivo y se ha tratado a más de 40 mil pacientes hasta la fecha.